Iba con mucha prisa, recuerdo que era un día soleado y lo primero que me fijé al encontrármela en aquella esquina fue su collar de gato: mientras nos presentaban yo pensaba "quiero uno así"...
Bastante sonriente, afectuosa, animada, como si el clima o la prisa no pasaran por ella, su estilo de vestir único me daban a pensar que estudiaba algo relacionado con las artes, semanas después me enteraría de su verdadera profesión... Como me suelen presentar muchas personas pensé que no volvería a verla: que equivocada estaba.
La vi varias veces caminando, pero no tenía mucho que decirle, aún. Unos dos meses mas tarde la encontraría en una iniciativa que me interesaba en la Universidad: Un grupo de estudio de las relaciones de género con alcances a semillero. Entre un amplio grupo de mujeres y hombres estaba ella discutiendo con gran energía sus ideas, dando la bienvenida a la vez y escribiendo cuanto comentario consideraba propicio.
Debo admitir que fue un flechazo intelectual casi inmediato: Que una estudiante de derecho viviera tan inmersa en las letras como en sus clases era para mí motivo de curiosidad e interés; ella no citaba al código de derecho, o a sus doctores de facultad: Citaba a Beauvoir, a Sartre, a Foucault... Definitivamente no era una estudiante normal.
Aunque suene a historia de amor, no lo fue: Bien se sabe que este suele ser idealizador y lleva consigo una carga pesada de unión y fusión, definitivamente lo nuestro fue algo mas profundo. Ha pasado un año con muchos meses desde nuestra primera charla, y aún descubro en sus palabras una mujer que se reinventa sin temor, cuyas palabras (dichas en un volumen bajo) llegan a tener gran repercusión. Creo que la clave de nuestro flechazo ha sido que entre nuestras diferencias abismales abunda un nido de semejanzas asombrosas, lo cual me alienta a saber que aún falta mucho para que mi curiosidad por ella quede saciada.
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